lunes, 16 de marzo de 2009

No te preguntes qué puede hacer la vida por ti; pregúntate qué puedes hacer tú por ella

Desde Aristóteles, con su Ética para Nicómaco, hasta Will Smith, con En busca de la felicidad, el hombre lleva toda una vida intentando resolver el que yo considero el mayor misterio de la humanidad: ¿qué es la felicidad?

Instintivamente, cuando oímos la palabra felicidad solemos imaginarnos tumbados en una hamaca en el Caribe rodeados de la mejor compañía posible (que cada uno le ponga nombre a esa supuesta compañía). Este paraíso es la felicidad durante el medio minuto que nos permitimos soñar, pero luego la realidad es muy distinta. Y con ello no quiero decir que la felicidad no sea también dinero, o lujo u ocio, no. Todo ello son complementos de la felicidad, es decir, ítems que nos pueden ayudar a proyectarla (y, en ocasiones, pueden provocar un efecto contrario, según el uso que se haga de ello).

Lo que realmente es la felicidad es un estado interno agradable, tranquilo, de autorrealización. ¡Qué fácil es escribirlo, pensarán, pero qué complicado es alcanzar ese estado en muchas ocasiones, o en cantidad de años! De acuerdo, decir que la felicidad es estar simplemente bien es fácil de escribir y difícil de conseguir. Pero esa dificultad radica en un punto clave. Ese punto se llama existencia. Y por ella pasa nuestra felicidad.

Sin duda, todo hombre cuerdo reconoce que existe, pero no todo hombre acepta su existencia. Porque aceptar nuestra existencia es mirarnos y, luego, mirar a nuestro alrededor y vivir con aquello que esta vida nos ha dado. Quizás no me explique bien, y les sea más fácil entender este concepto de existencia si leen el libro El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl, sin duda una obra maestra de la sicología. ¿Qué nos dice este libro? Pues que el primer paso para vivir es aceptar la vida que nos ha tocado vivir, léase, nuestra existencia.

Es posible que todavía no relacionen felicidad con existencia, pero el vínculo es muy estrecho. Y sino piensen porque un niño de un país subdesarrollado puede ser más feliz que un chico occidental rodeado de los mayores lujos. Seguramente, porque el primero acepte que ha de intentar disfrutar al máximo con lo que le rodea (afirma su existencia), mientras el segundo sigue pensando que todo lo que tiene es poco (niega su existencia).

Con este texto no busco resolver el mayor enigma de la humanidad, aquel que nos pasamos toda una vida intentando solucionar. Sólo quiero transmitir aquello que considero esencial, que es aceptarnos y aceptar lo que nos sucede. Por tanto, cuando tengan un problema, acéptenlo, no hay más, e intenten vivir con él hasta que se solucione. Pues como digo en el título del texto, no hay que esperar que la vida nos haga felices, sino que debemos hacer feliz nuestra vida; no la que deseamos, sino la que nos ha tocado vivir.

1 comentario:

  1. Me he quedado boquiabierta!!!!me ha encantado este breve escrito!!ética para Nicómaco y el hombre en busca de sentido vaya pedazo de libros,te hacen pensar quieras o no...!!!recomiendo también "el Hombre Light" de Enrique Rojas, muy relacionado con el tema!!Jordi te felicito por esta página!

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